Fluye, asciende, separate del suelo... vuela con el tiempo. Vive. Déjate mecer por una débil brisa o por una fuerte galerna... como hace la vida, porque ya has oído que pasa pronto, y que un día todo te parecerá un momento... un instante efímero.

Elévate, que te sostenga el viento o el soplo que viene de un cuerpo que llena sus pulmones, cierra los ojos y exhala con fuerza su oxígeno sobre un diente de león, florecido entre la primavera y el verano, entre la maleza; observa como planean sus simientes, como estallan las estrellas plumosas de seda, flotando, hacia lo desconocido, respondiendo, quizás a la solución de una adivinanza o un deseo.

Semillas que navegan en el tiempo y en el espacio, a través de una puerta, una ventana o que suben por el hueco de una escalera, que parecen palpitar, dejándose iluminar por la luz, que bailan y giran al ritmo ascendente de una ventolina deseando viajar hacia territorios lejanos, como si no quisieran posarse nunca en la tierra, para volver a ser una pequeña flor amarilla.

Dientes de león errantes, como la existencia vital que nos lleva a todos nosotros, hacia objetos, moradas y personas.

Un pasado que se posa, etéreo y frágil, dejando su huella, trayendo recuerdos que, después de haber regresado desde la memoria, llegan a nosotros, unas veces de forma fragmentada, otras de forma inconclusa para ser nosotros quienes los contemos, pero que ya nunca podrán volver a viajar, con la misma corriente y por el mismo aire.

Comisaria / Rita Ibarretxe.

 


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