Las ramas de los árboles brotan
Los sentimientos de tristeza y estrés existencial por la observación del proceso de degradación de la naturaleza, como consecuencia de las actividades humanas, es lo que el filósofo australiano Glenn Albrecht, en el año 2005, denominó “solastalgia”, una forma de nostalgia, de “angustia anticipada” por la pérdida de un hogar, de un entorno natural, sin haberlo abandonado.
Somos los lugares que habitamos pero también los que descubrimos, porque todo descubrimiento empieza en nuestro cerebro; los exploradores, que iniciaban sus viajes hacia destinos desconocidos, hallaron su momento mágico, de revelación, cuando sus deseos interiores aparentemente inconexos, encontraron un sentido; el fotógrafo, cuando su entorno se manifiesta y su mirada encuentra el equilibrio con su diálogo interno, consiguiendo construir una imagen. Ambos descubren…para descubrirse.
En el pasado, el espacio geográfico ofrecía variaciones ilimitadas que proporcionan al explorador – fotógrafo, como Herbert G. Ponting o Frank Hurley la emoción de lo contemplado, sentido y experimentado por primera vez.
Actualmente, a medida que los efectos del cambio climático avanzan, el ser humano se enfrenta a la desaparición de estación más fría, el invierno; la acumulación de nieve desaparece, las aguas están libres de hielo, los océanos se elevan y las ramas de los árboles brotan.
De seguir así, esta estación será sólo un recuerdo que contar y mostrar en antiguos registros a las nuevas generaciones, en un momento en el que los expertos ya llaman “dolor climático” a la tensión psicológica, causada por la pérdida de los paisajes invernales icónicos.